¿Cuántas veces nos hemos comido un arroz blanco cuando hemos sufrido tenido dolor de tripa o un episodio de gastroenteritis? Seguro que la gran mayoría recurrimos a este cereal más de una vez… Pero, ¿por qué?
Considerado como uno de los elementos básicos de la pirámide alimentaria, la composición nutricional del arroz hace que sea considerado un producto de primera elección en situaciones de desgaste. Por eso, no es de extrañar que sea el cereal más extendido por todo el mundo, se cultive prácticamente en los cinco continentes y que la cuarta parte del mundo dependa de él para sobrevivir.
Dentro del elevado número de propiedades que tiene el arroz (de las cuales hablaremos en otros artículos), su digestibilidad y su gran capacidad de asimilación como alimento son dos de las más reconocidas.
El arroz blanco, fácilmente digerible y asimilable
Por su composición natural, el arroz es rico en almidón, permite al estómago e intestinos irritados recuperar su equilibrio, ya que protege las mucosas del trato digestivo. Por eso, tanto el jugo que se genera de hervir el arroz blanco como el propio arroz blanco son recomendables para tomar en dietas astringentes y ayuda al reequilibrio intestinal.
Las dietas astringentes tienen como una de sus características introducir elementos sin fibra. El hecho que el arroz blanco está desprovisto del salvado, que contiene la mayor parte de fibra de este cereal, produce que ayude aún más a normalizar las funciones intestinales.
Además, cabe remarcar que el arroz, después de la tapioca, es el cereal más digestivo y de los mejores tolerados por las personas con problemas de digestión. Eso sí, para mejorar su digestibilidad, se debe masticar bien y comer sin prisa.